Cuando las cajas de nuestros bancos aun estaban llenas este hombre se dedicaba a pelarlas, cuando en los comercios la gente pagaba en efectivo y podía oirse el sonido de una caja registradora él entraba y se lo quedaba todo.
En los días de las agujas, cuando la heroína era prestigiosa, defendida y legitimada por intelectuales y estrellas del Rock Dani el Rojo pobló Barcelona.
Hoy es un hombre que habla con naturalidad de crímenes, delitos y faltas; de adicciones… de una vida intensa que dejó secuelas en forma de venereas y cicatrices de navajazos.
«Los amigos caminan a su lado. Sus enemigos tres pasos por detrás. Nade se atreve a caminar delante de él. Su nombre es… Dani el Rojo». Carlos Segarra