Solo el alcohol, la euforia inducida por sabe dios qué, las conversaciones extensas en las que uno se relaja y baja la guardia nos llevan a confesar lo inconfesable. No se asusten no hablamos de haber sido abusados por hombres ensotanados o de la comisión crímenes ocultos. La siguiente hora será mucho menos terrible, pero será dura ya se lo aviso.
Hablamos de canciones horribles, que causan vergüenza propia y ajena. Canciones que uno solo puede confiar a los más allegados que le gustan, que le remueven. Por mil causas, o sin causa ni motivo a todos alguna vez nos gustó una mierda. Hoy un puñado de valientes confesamos nuestras miserias musicales.