Ha recorrido la distancia que separa Cuenca de New York, 5,759 Kilómetros, con el único fin de terminar consumido, de ser un abatido más entre el batallón de locos que cubrieron los 42 kilómetros que llevan hasta Central Park.
Este hombre que desprecia el chándal, esa prenda caduca propia de yonkis y domingueros, ha disfrutado de su sufrimiento, se ha deleitado con sus dolores y sus calambres arengado por extraños tremendamente cercanos. Ha sido felicitado sinceramente por desconocidos.
Nuestro Quijote en zapatillas recorrió Nueva York sin ver gigantes en los rascacielos, en son de paz. Desando que el trotar que comenzará cantando «New York, New York» no terminará nunca. Oigan lo que oigan no le quiten mérito a la hazaña de correr un maratón, recuerden esa pancarta que sostenía un espectador: “Si fuera fácil yo también lo haría”.