cultura

Eric Jiménez

Con seis años mi padre me encañonó con una pistola.

Ni siquiera recuerdo su nombre. Con diez ingresé en la Falange porque quería tocar el tambor.

Mis mayores influencias musicales han sido la Semana Santa y mi primera hostia, la que me dieron al nacer, quizá la más artística y la menos dolorosa.

Me casé con dieciséis.

Más tarde empecé a consumir drogas para evadirme.

Debería haber muerto antes de los treinta.

Durante estos cuarenta años he golpeado la batería como la vida me ha golpeado a mí, con todas sus fuerzas.

All Things Must Past

Las nuevas aberraciones musicales hacen que el productor pueda llegar a evocar la imagen del delirante Doctor Frankenstein dando vida a un amasijo de trozos de carne muerta. Consiguiendo evitar que desafine el hijo de la viuda del torero, que no desentonen latinos musculados bailando desenfrenadamente, incluso logrando que vocalicen aquellos a quienes no son capaces de entender cuando pronuncian su nombre.

Conociendo a los facultativos de nuestra Clínica no esperareis que hoy hablemos de rever o auto tune, esto va de composición, grabación, mezcla y masterización, de ideas, de guías espirituales y espirituosas, de proyectos, también, porque no, de gente capaz de joder una obra maestra, de rajar la meninas, de mearse en la fontana de Trevi, los productores musicales.

The House of the Rising Sun

En estos días en los que los necrófagos digitales se empeñan en no enterrar los sobrecogedores ataúdes blancos, nosotros dedicamos nuestros esfuerzos a desenterrar canciones.

Sabemos que los carroñeros son útiles para el ecosistema al eliminar restos orgánicos, pero estos carroñeros mutados en embalsamadores se empeñan en exhibir los restos hasta la rentable aparición de nuevos despojos.

El mundo al revés, queda en la superficie, a la vista lo que no debería exhibirse, por muchos dividendos que generen los detalles más sucios y se pierden los autores de las canciones, el origen de los cantares. Reclamamos hoy el interés de la belleza, en días en los que pretenden hacernos creer en el interés la descomposición de los cuerpos, nosotros queremos entrar en las mil casas del sol naciente.

Homenaje a Andalucía

Una nación no es un trozo de tela, ni una letra ridícula cantada por patriotas cuya única patria es el dinero, y el único paraíso que reconocen, es el paraíso fiscal. Una nación no es hombre que da discursos sentado en una silla muy diferente a las sillas que tengo yo en mi casa. Una nación es algo más complejo que sólo pueden entender los que viven sin miedo, y los que entre el amor y el odio, se quedan con lo primero.

Si una nación son sus gentes, y dejas que los echen de sus casas, si una nación son sus campos, sus montañas y dejas que desaparezcan bajo macroinfraestructuras que sólo enriquecen a los de siempre, si una nación es su cultura y dejas a sus baluartes en las cunetas, perdona que te diga, mal patriota eres.

Mientras unos usan las banderas para separar, para odiar, o para tapar sus vergüenzas, hay quienes prefieren usarlas para unir, para compartir, para crecer. Por eso aún quedan hombres y mujeres de luz, que aquello que tienen, aquello que aman, no lo quieren sólo para ellos, sino que su felicidad se basa en que todo el mundo disfrute de su pequeño paraíso.

Directos de Televisión, el Género Perdido

En las habitaciones de esta clínica tapamos el agujero de las monedas de nuestros televisores el mismo día que las cadenas retiraron la música de sus programaciones.

No recordamos la fecha exacta en que en la parrilla televisiva dejaron de cocinarse virtuosos guitarristas y carismáticos cantantes para llenarse de carnaza, jóvenes turgentes ofreciéndose a machirulos musculados, famosillos cocainómanos acelerados y gritones, juguetes rotos en islas lejanas, fracasados escolares encerrados en casa haciendo su trabajo del dormir o del rascarse.

El televisor que hoy daña la vista nos descubrió grupos maravillosos, era el único vehículo que los chicos de provincias teníamos para viajar a las grandes capitales y escuchar los grupos que sonaban en la radio, la única manera de ponerle cara y ojos a quien se escondían en nuestros vinilos y casetes, pero los músicos desaparecieron de las pantallas, se escondieron en otras plataformas y nuestro sitio en el sofá tiene desde entonces menos sentido, es menos cómodo, y menos reconfortante.

160 metros: una historia del rock en Bizkaia

“160 metros: una historia del rock” es un proyecto dirigido por Álvaro Fierro y Joseba Gorordo que narra la transformación urbana que tuvo lugar en los años 90 en ambos márgenes de la ría de Bilbao desde el punto de vista del rock. Un viaje musical y cultural, una combinación de revival y actualidad, de material de archivo y de seguimiento de la vida de sus protagonistas.

El título hace referencia a la distancia que separa ambas márgenes de la ría, con el Puente Colgante como testigo (in)móvil y mudo, remarcando las diferencias sociológicas y económicas que se materializaron, en un contexto de desindustrialización y de construcción del Museo Guggenheim, en dos escenas de rock diferentes y hasta dos formas de ver la vida. La de la margen izquierda con un corte más punk y social (Eskorbuto, Parabellum, Zarama, etc.) y la de la derecha, con lo que se denominó Getxo Sound, con un carácter más hedonista y global (El Inquilino Comunista, Los Clavos, Lord Sickness, etc.)

Menú con Juan Carlos Valera – Francisco Sebatián Nicolau

«…Recuerdo que siendo un niño, mi padre nos describía a mis hermanos y a mí, los paisajes por los que transitábamos. Lo hacía con la deformación profesional propia de quien los ha pintado o espera hacerlo. Así, los colores no eran ellos, sino la nomenclatura de los que habrían de representarlos, y las sensaciones se traducían a términos plásticos (espacio, tiempo, cuadro)…»

Así es como Sebastián Nicolau describe cómo nació en él la vocación por la pintura y, en especial, su interés por la naturaleza y los paisajes, siendo éstos, tanto el leit motiv como el vehículo de comunicación del que se ha servido a lo largo de su trayectoria.

Lo mejor del 2017

Como cualquier otra Clínica estamos aquí para curar, y sin embargo nuestras consultas se llenan semanalmente de cadáveres. Sabemos que una palabra nuestra nunca bastó para sanar a nadie, quizá por eso dedicamos tanto tiempo a los difuntos.

Llega el tiempo del balance, la memoria de resultados, la evaluación del año y los nuevos propósitos. Para no cambiar de política no nos evaluaremos. No hay autocrítica, de modo que lo que habéis oído es lo que seguiréis oyendo, puedes pensar que perseveramos en el error o que poseemos la verdad eso a nosotros no nos importa.

Siguiendo una rancia tradición vamos a repasar el año, a nuestra manera sin orden pero con concierto, a lo mejor hoy reparas que algunos acontecimientos que dejaste pasar han sido mucho más trascendentes de lo que pensabas.